Desde que, al crecer, nos vamos dando cuenta del valor del dinero, sufrimos el bombardeo sintemático de dos grande mentiras: la que nos reduce a meros trabajadores -una pieza más en la máquina- y la que nos afirma como simples consumidores y nos manda al mercado a gastar y comprar.
Son dos falacias que han ido construyendo una sociedad asentada únicamente sobre lo material y que centran las mirada únicamente en el dinero: el que no lo tiene, porque lo quiere y el que tiene porque quiere más.¿El límite?No hay límites, porque nunca se tiene suficiente de lo que, en el fondo del corazón, no sacia.Frente a ello, la Iglesia siempre a custodiado la libertad de la persona frente a los bienes, siempre ha defendido que el hombre es más, mucho más, y que si levanta los ojos de la mesa donde cuenta el dinero que tiene y el que le falta, descubre una realidad mucho más gratificante: la libertad.
La preocupación por el dinero atenaza la vida de muchas personas y muchas familias, sobre todo en este tiempo de crisis económica.Ante ello, la Iglesia propone no perder la vista que el hombre es mucho mas que un trabajador en paro o agobiado por las deudas, que hay otra forma de llevar la empresa y las finanzas, más humana, más solidaria y mas libre.
Articulo extraido de ALFA Y OMEGA(semanario católico de información)