Llegó el día, llegó ese DOMINGO DE RAMOS tan esperado por mí. Todo transcurría con normalidad, pero dentro de mí algo era especial, distintos a otros años; sentía que cada vez estaba más cerca el momento y los nervios de mí se iban apoderando.
Llegando de vuelta a tu barrio se acercaban a mí y me decían: “Encarni suelta el bastón, quítate el capirote...