Caso verídico: «Verá señor párroco, nosotros somos de la asociación cultural que da culto al Cristo del local de la calle tal y queremos…» «Un momento –interrumpe el párroco- queréis decir que sois de la secta esa que saca un paso» «Hombre no nos diga eso» «Perdón; Sois un grupo guiados por un líder y separado de la doctrina, ¿no?» «Pero queremos estar en la Iglesia, en su parroquia.” “Hecho. Vended la imagen y los enseres, disolvéis la asociación y os integráis. A partir de ahí, comenzamos a caminar juntos, ¿os parece?» Del grupo nunca más se supo. Insisto, es un caso real ocurrido no hace demasiado.
Como en la viña del Señor, en las cofradías piratas o sin papeles hay de todo, desde el que va para compartir su fe en un grupo hasta quien acude para dar rienda suelta a sus aficiones. Por ejemplo, leído en la web de la Humillación de San Pablo: «Hemos fundado esta asociación para poder disfrutar en común de nuestro hobby». Estos ven las cofradías igual que el punto de cruz, como un entretenimiento. Más. En San Bernardo, el desencuentro de un aspirante a costalero convierte una cruz de mayo de niños en un paso con un Cautivo que el sábado llegó a la Catedral. Más. Le preguntan al presidente de «Salud y Esperanza» por la fundación: «surge en el seno de un grupo de empresarios que cree que la barriada tienen necesidad de cohesión social» Señoría, no hay más preguntas.
El Palmar de Troya alcanzó la dimensión que tuvo porque el Arzobispado no atajó a tiempo la locura. Entonces unos iluminados quisieron jugar a los obispos, ahora se quiere jugar a los pasos; entonces fueron sacerdotes díscolos quienes dieron cobertura a la secta, ahora también son sacerdotes quienes bendicen las imágenes de las asociaciones piratas.
La carta de la Vicaría difundida esta semana sirve para ser conscientes del problema. Pero solucionarlo no va a ser fácil. Lo importante es que se abre un camino para acabar con este sainete, perjudicial para el mundo de las cofradías, que ya anda suficientemente sobrado de su buena dosis de opereta.
Fuente: Pasión en Sevilla