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P. Coto
Es como un rito riguroso. Con toda la grandeza escondida de los trabajos esforzados y humildes. Armar el costal que habrá de proteger la cabeza y la cerviz cuando sobre ellas caiga inclemente la trabajadera. Los viejos cargadores del muelle han transmitido su sabiduría de siglos a las nuevas generaciones y los jóvenes hermanos costaleros de nuestros días saben que a esa labor previa e insustituible se la llamó siempre "hacerse la ropa".
Hoy es uno de los ceremoniales de la liturgia costalero asumido con respeto por quienes desean convertirse es sus ejercitantes.
Fuentes: Otra chicotá.