"TRIANA SIEMPRE AGRADECE"
Fueron las lágrimas de Carmen, una vecina de la calle Castilla, las que al grito de “¡está ardiendo el Cachorro!” conmovieron a Rafael Blanco aquel 26 de febrero de 1973. Como empleado del polvero que había frente al templo, este joven de Alcalá de Guadaíra no se lo pensó dos veces, se armó de valor y decidió intervenir: “Decían de llamar a los bomberos, y yo dije:¡Qué bomberos! ¡Aquí estoy yo!”. En un abrir y cerrar de ojos se encaramó a la ventana lateral y, gateando, llegó hasta el balcón, donde pudo entrar en la iglesia después de romper los cristales de la puerta con la rodilla –aún conserva las cicatrices de las heridas–.
El relato lo ha contado muchas veces, aunque esta vez es diferente. Está de nuevo en la calle Castilla, justo delante de la puerta que tuvo que abrir desde dentro hace 40 años.
Casualmente se encuentra con algunos de los que fueron testigos de aquella proeza. Manuel, un antiguo tornero, explica que le vio subir por la fachada. Ambos intercambian saludos y repasan un día que recuerdan como si fuera ayer. Quizás por gestos como éste, y porque el barrio de Triana nunca deja de agradecer la proeza de aquel zagal de 27 años,Rafael no puede contener la emoción al cruzar la puerta de la iglesia y verse de frente con el Cristo de la Expiración:“Me emociona mucho, no lo puedo evitar. Saber que estuvo a punto de desaparecer, se me ponen los vellos de punta”, explica este hombre cuyos ojos aún retienen la imagen de una Virgen del Patrocinio calcinada y un Cristo del Cachorro amenazado por las llamas:“La iglesia tiene otra distribución, pero cuando entré apenas se veía por el humo. Me pegué a una pared. Como pude, llegué a la puerta y la abrí para que entraran los que estaban fuera. Luego corrí al altar mayor, donde vi que había ardido la Virgen y que al Cristo le estaba llegando el fuego a los pies. Cogí y le tiré el agua de un jarrón de flores”. Esto último, confiesa, lo ocultó en las primeras declaraciones a la Policía “por miedo a que me llevaran preso”. Pero su intervención fue clave. Tanto que aquel día, recuerda entre risas, estuvo escoltado “por dos agentes hasta la noche”. También recuerda el cariño de la hermandad y del barrio desde el primer instante:“El hermano mayor de entonces, Carlos Eloy Bernal, me decía siempre que gracias a mí tenían al Cachorro. De hecho, aquella tarde, cuando traté de entrar de nuevo en la iglesia para ver cómo estaba todo, el hermano mayor dijo a los guardias que me dejaran pasar. Nunca lo olvidaré”, destaca.
Tampoco olvidará los primeros regalos que recibió del Cachorro:la canastilla y la cuna para su primer hijo –Rafael junior–, que vino al mundo poco después del incendio. Con los años ha recibido muchos agradecimientos, como ser hermano honorífico, invitaciones a vestir la túnica, ir en la presidencia del paso y hasta una reliquia del crucificado que atesora en casa. Pero Rafael, a sus 69 años y con la vida ya hecha en Alcalá de Guadaíra donde es miembro de junta de la hermandad del Cautivo “y la Esperanza” –apostilla–, se queda con el cariño anónimo de quienes, con los años, aún siguen parándole por la calle cuando va a ver al Cachorro. “Triana no deja nunca de dar las gracias. Siempre agradece. Me dicen muchas cosas, que si salvador, héroe…”, indica con modestia.
Recibió un reconocimiento oficial en el inicio de la Velá de Triana. Y es que haber llevado durante tantos años el título de ángel custodio del Cachorro es más que suficiente para ingresar en la nómina ilustre del viejo arrabal:“Es un orgullo que me den el título de Trianero Adoptivo. Estoy muy contento y muy satisfecho, pues soy alcalareño pero me siento de la calle Castilla donde conviví 18 años con el Cachorro”, subraya mientras rememora, entre risas, anécdotas de entrevistas de la época: “Querían que me subiera de nuevo al balcón. Eso lo hice una vez y fue por el Cachorro”, asevera convencido.
Fuentes: El correo de Sevilla.
El relato lo ha contado muchas veces, aunque esta vez es diferente. Está de nuevo en la calle Castilla, justo delante de la puerta que tuvo que abrir desde dentro hace 40 años.
Casualmente se encuentra con algunos de los que fueron testigos de aquella proeza. Manuel, un antiguo tornero, explica que le vio subir por la fachada. Ambos intercambian saludos y repasan un día que recuerdan como si fuera ayer. Quizás por gestos como éste, y porque el barrio de Triana nunca deja de agradecer la proeza de aquel zagal de 27 años,Rafael no puede contener la emoción al cruzar la puerta de la iglesia y verse de frente con el Cristo de la Expiración:“Me emociona mucho, no lo puedo evitar. Saber que estuvo a punto de desaparecer, se me ponen los vellos de punta”, explica este hombre cuyos ojos aún retienen la imagen de una Virgen del Patrocinio calcinada y un Cristo del Cachorro amenazado por las llamas:“La iglesia tiene otra distribución, pero cuando entré apenas se veía por el humo. Me pegué a una pared. Como pude, llegué a la puerta y la abrí para que entraran los que estaban fuera. Luego corrí al altar mayor, donde vi que había ardido la Virgen y que al Cristo le estaba llegando el fuego a los pies. Cogí y le tiré el agua de un jarrón de flores”. Esto último, confiesa, lo ocultó en las primeras declaraciones a la Policía “por miedo a que me llevaran preso”. Pero su intervención fue clave. Tanto que aquel día, recuerda entre risas, estuvo escoltado “por dos agentes hasta la noche”. También recuerda el cariño de la hermandad y del barrio desde el primer instante:“El hermano mayor de entonces, Carlos Eloy Bernal, me decía siempre que gracias a mí tenían al Cachorro. De hecho, aquella tarde, cuando traté de entrar de nuevo en la iglesia para ver cómo estaba todo, el hermano mayor dijo a los guardias que me dejaran pasar. Nunca lo olvidaré”, destaca.
Tampoco olvidará los primeros regalos que recibió del Cachorro:la canastilla y la cuna para su primer hijo –Rafael junior–, que vino al mundo poco después del incendio. Con los años ha recibido muchos agradecimientos, como ser hermano honorífico, invitaciones a vestir la túnica, ir en la presidencia del paso y hasta una reliquia del crucificado que atesora en casa. Pero Rafael, a sus 69 años y con la vida ya hecha en Alcalá de Guadaíra donde es miembro de junta de la hermandad del Cautivo “y la Esperanza” –apostilla–, se queda con el cariño anónimo de quienes, con los años, aún siguen parándole por la calle cuando va a ver al Cachorro. “Triana no deja nunca de dar las gracias. Siempre agradece. Me dicen muchas cosas, que si salvador, héroe…”, indica con modestia.
Recibió un reconocimiento oficial en el inicio de la Velá de Triana. Y es que haber llevado durante tantos años el título de ángel custodio del Cachorro es más que suficiente para ingresar en la nómina ilustre del viejo arrabal:“Es un orgullo que me den el título de Trianero Adoptivo. Estoy muy contento y muy satisfecho, pues soy alcalareño pero me siento de la calle Castilla donde conviví 18 años con el Cachorro”, subraya mientras rememora, entre risas, anécdotas de entrevistas de la época: “Querían que me subiera de nuevo al balcón. Eso lo hice una vez y fue por el Cachorro”, asevera convencido.
Fuentes: El correo de Sevilla.