Hoy vamos a tratar en nuestro blog un tema, que cada vez se ve más común entre los cristianos y en el mundo de las Hermandades... ¿Cuantos y cuantos van a los cultos de sus Hermandades y comulgan sin confesarse, o sin haber asistido con anterioridad a Misa? o ¿te suelta que el no se confiesa ante un Sacerdote? o ¿ que el no ha matado a nadie para tener pecados?.... a caso ¿no es pecar difamar en reuniones, bares... de otras personas? (por poner algún ejemplo), pues así un sin fin...
Dice San Pablo, divinamente inspirado, que quien comulga en pecado mortal "come y bebe su propia condenación".
.
Quienes no creen o no obedecen la moral que la Iglesia enseña, quienes no desean seguir las normas morales que Dios exige y el magisterio custodia, no deben -por ninguna excusa- acercarse a recibir la Sagrada Eucaristía.
Qué tristeza es ver que muchos viven conforme al mundo y de manera contraria a la Ley de Dios, y sin cambiar de actitudes ni confesarse van a recibir a Dios vivo presente en la hostia sin el menor discernimiento de lo que hacen, sólo por el qué dirán los demás y sin pensar en lo que Dios sí dice de esto. Es el lamentable "modernismo" que los ha impregnado, es la inconsciencia de lo que es recibir a Dios, es el permanecer en sus errores y en su vida de pecado, creyendo en un falso dios bonachón hecho a su gusto, medida y conveniencia.
Por parte de muchos sacerdotes: Omisión de enseñar esta doctrina y poco o nulo tiempo en el confesionario.
Por parte de muchísimos fieles: Poca instrucción que genera -en muchos casos- una ignorancia culpable. En otros, un descuido irredento por los asuntos de Dios y un vivir de acuerdo a las máximas del mundo, adecuando la moral y las enseñanzas de Dios y de la Iglesia a sus propios caprichos y criterios personales. Todo ello, lleva a la sacrílega comunión en pecado grave y sin confesión sacramental, que los hace comer y beber su propia condenación.
En ambos casos, una multitud que comulga y los confesionarios....¡vacíos!.
Por parte de muchísimos fieles: Poca instrucción que genera -en muchos casos- una ignorancia culpable. En otros, un descuido irredento por los asuntos de Dios y un vivir de acuerdo a las máximas del mundo, adecuando la moral y las enseñanzas de Dios y de la Iglesia a sus propios caprichos y criterios personales. Todo ello, lleva a la sacrílega comunión en pecado grave y sin confesión sacramental, que los hace comer y beber su propia condenación.
En ambos casos, una multitud que comulga y los confesionarios....¡vacíos!.
Fuentes:Por Lic. Oscar Méndez Casanueva