¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. (Is 60,1.4)
…también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio. (Ef 3,5-6)
… unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: -«¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.» (Mt 2, 1-2)
Meditación
El misterio de la Encarnación y nacimiento de Jesús, aunque sucedió en la más estricta intimidad y sólo unos pocos llegaron a ser testigos de la misericordia de Dios, fueron sin embargo acontecimientos que afectaron y afectan a toda la humanidad. Desde entonces, todo se recrea y el ser humano recibe, por gracia y por la fe, la posibilidad de saberse hijo de Dios.
El sol que nace de lo alto, la luz que envolvió en claridad a los pastores, los ojos del anciano Simeón que reconocen al Salvador, Luz de las naciones; la estrella que conduce a los Magos hacia Belén, evocan el efecto inmediato del nacimiento de Jesús: la tiniebla ha sido vencida, la luz brilla ya para todos los pueblos.
Los humildes pastores, personas marginadas de la sociedad por su trabajo y por no poder ser cumplidores de los preceptos legales de culto; los ancianos, que en nuestra cultura pueden ser desplazados por la generación más productiva; los extranjeros, a quienes podemos rodear de desconfianza, son los testigos y protagonistas de la acogida creyente de Dios hecho hombre, que representan a la humanidad entera.
El pesebre de piedra en la cueva de Belén, donde los pastores encuentran al Niño envuelto en pañales; el pórtico del templo precioso de Jerusalén, donde los ancianos Simeón y Ana abrazan y besan al Niño Jesús, cobijado en los brazos de María, su madre; la casa, espacio doméstico, donde los Magos adoran a quien reconocen como rey, significan la totalidad de los espacios.
Los hijos que llegan de lejos, los gentiles y los Magos de Oriente, a los que se refiere la Liturgia de la Palabra, reafirman el acontecimiento universal de la venida de Jesús al mundo, manifestación del amor de Dios, como el mismo Jesús le declarará a Nicodemo: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3, 16-17).
Vicente Cremades.