27 de enero de 2015

Martillos de Vanidad.



(…) hubo un tiempo en que los hermanos elegían a su Junta de Gobierno, la Junta al capataz y el capataz a sus costaleros y cada cual sabía perfectamente dónde empezaba y dónde terminaba su tarea; y aquello no era autoritarismo sino orden y sentido común. Pero ese equilibrio se invirtió en algunos casos y de aquellos polvos vinieron algunos lodos molestos. (Enrique Esquivias de la Cruz. Pregón Semana Santa Sevilla 2007).

Este trocito de pregón me ha servido para reflexionar y pensar en los acontecimientos que últimamente están ocurriendo alrededor de nuestra Semana Mayor. Hoy quedan pocos que “trabajen” en esto sin esperar nada a cambio. Existen muchas ansias de POPULARIDAD. Tal vez… demasiadas. Y por ese motivo se están perdiendo el orden de las cosas y el sentido común.

Es una pena ver como la sangre joven de antiguas sagas pisotean a los suyos sin acordarse del respeto a la familia que les enseñaron sus mayores. Y por el contrario, da gusto ver a familias comandando pasos en paz y armonía. (Así es normal que las cofradías cuenten con ellos, porque lo que hacen es dar ejemplo de cristiandad y hermandad). Hay quienes sólo piensan en tocar martillos, con miedo a que otros  les arrebaten el poder del que se creen dueños únicos. Estas personas tal vez no recuerden que las Hermandades no pertenecen a nadie, y los martillos menos. Estamos cansados de ver como Sevilla trata injustamente a capataces de renombre que no se merecen ciertas maneras (hace poco hemos visto dos claros ejemplos), pero Sevilla ESTÁ así: Llena de “personajes” capaces de pisotear a cualquiera por lo que ellos llaman “poder”.

¿Nadie es consciente que la Semana Santa dura sólo una semana de un año completo? Me parece que los que pisotean tiene una visión diferente que los pisoteados. Unos sonríen por el mundo porque están completos con sus trabajos y sus vidas, otros van mirando siempre por detrás suya con el miedo constante que les hagan lo mismo que les hacen ellos a los demás. Eso se llama conciencia.

Y algunos se preguntarán ¿Por qué pasa esto? Es sencillo: No a todos nos han enseñado lo que es el respeto. ¡Qué gran verdad la de aquellos mayores que hablan de la Semana santa que se fue! Aquella en la que (como dice el pregón referido al principio), los hermanos elegían a sus juntas de gobierno, las juntas a los capataces, los capataces a los costaleros y los costaleros hacían lo que les decían sus capataces. No existían polvos que trajeran malos lodos. Existían el amor por las cofradías y el respeto por sus titulares. No había nada más allá.

Tras estas palabras algunos dirán que soy una necia. Y es cierto. Necia por decir lo que muchos piensan y pocos se atreven a decir, pero no menos que aquellos que van por ahí con el pecho lleno de orgullo porque se creen que un martillo les dará poder y nombre. A veces es mejor no olvidar que un apellido no hace grande a una persona, son las personas las que engrandecen los apellidos con grandiosos y humildes gestos.

No sé lo que querrán dejar de herencia los demás para sus hijos. Yo tengo claro que un martillo sin humildad y con el alma vacía no me gustaría. Aunque al paso que vamos, no habrá ni siquiera martillos que heredar.

Mª Dolores Flores Esquivias

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