Un atleta concluye con éxito el desafío de recorrer en quince días los 1.100 kilómetros que separan Santiago de Compostela de su pueblo La aventura permitirá ayudar a muchas familias en crisis y a una joven accidentada.
Hace dos años, viendo en la televisión las noticias, Faustino Carmona decidió que algo tenía que hacer para ayudar a las muchas familias afectadas por el paro, los desahucios, las necesidades para llegar a fin de mes y otras miserias que la crisis se ha encargado de agudizar desde entonces. Y se le ocurrió que nada mejor que el deporte, su pasión, para ser solidario y apostar por una buena causa que, además, contagiara a más gente. Así nació en su cabeza el proyecto Corriendo al límite, un auténtico desafío físico y psicológico consistente en recorrer a pie los 1.100 kilómetros que separan a Santiago de Compostela de Los Palacios y Villafranca a través de la Vía de la Plata. Dos semanas y un día a una media de 11 horas y 70 kilómetros por etapa. Cansancio y tesón a partes iguales. Exhausto, nunca derrotado.
Futi, como le conocen en su pueblo, llegó ayer a la meta con las rodillas hinchadas, pero el pecho henchido de satisfacción. Cada kilómetro y cada municipio por el que ha pasado se traducen en aportaciones económicas que van desde los 10 a los 100 euros y que irán destinadas a la asociación de familias palaciegas afectadas por la crisis, que repartirá el fondo en vales de comida canjeables en tiendas del municipio, y a una joven vecina que necesita una silla de ruedas articulada.
Las 1.100 camisetas que puso a la venta con el lema de su desafío tiñeron ayer de amarillo los accesos y las calles del pueblo donde fue recibido como un héroe. El guerrero de la garra, el gladiador... hoy sobran apodos para denominar al hijo de Faustino El distinguido y Lucre la de la papelería, a un joven comerciante de 39 años que se aficionó al atletismo en 1987, cuando siendo un escolar ganó su primera carrera en Maribáñez. Desde entonces no ha parado: se especializó en 400 metros lisos y no paró de subir al podio. Y a finales de los 90, este velocista se inició en los maratones y las carreras de montaña o trail running. Hoy corre por afición, en el club de atletismo local, y trabaja en el negocio familiar.
La suya es una historia de superación. Faustino Carmona cree que cada uno se pone sus propios límites. Los de su último desafío los ha marcado con la ayuda de un equipo que le ha acompañado en estos últimos quince días, tres compañeros: uno ha ido señalizando el camino en bicicleta, otro se ha encargado de la logística y un tercero ha ejercido de quiromasajista. Atrás queda año y medio de entrenamiento continuo, 25 kilos de peso perdidos y su participación en una media de 60 competiciones y carreras populares al año.
El atleta ha estado arropado en algunas etapas por compañeros y amigos que le han dado aliento en su carrera, pero ayer fue una auténtica legión de seguidores los que lo recibieron en La Corchuela para entrar en Los Palacios como una verdadera marea amarilla.
Su desafío ha estado lleno de sensaciones, algunas más duras que otras. De la plaza del Obradoiro a la plaza de Andalucía. La primera etapa fueron doce pueblos, según el programa y el horario establecido. El segundo día discurrió por caminos solitarios de gran belleza. Pero el trance más duro llegó en la tercera etapa: cuatro puertos de montaña, "un auténtico rompepiernas" que obligó a acortar el recorrido, castigado por las altas temperaturas. El cuarto día, en Puebla de Sanabria, hubo que rediseñar el camino porque los kilómetros comenzaron a descuadrarse. De la quinta etapa guarda una foto tirado en medio de una carretera solitaria y el subidón que le dio ver a sus tíos Miguel y Emilio antes de concluir la jornada, en Tábara. En El Cubo de la Tierra del Vino, en Zamora, sintió dolor y la soledad del corredor de fondo. Luego perdió la cobertura del móvil y la recobró en Salamanca. Suma y sigue, un nuevo maratón diario. La novena etapa también fue dura, con el viento de cara en tierras extremeñas. Parada en Grimaldo, un pueblo de 79 habitantes en Monfragüe. A partir del décimo día las emociones se desbordaron al conocer cómo iban creciendo los donativos y las muestras de solidaridad de vecinos y foráneos. En Castilblanco montaron un carpa para recibirle y Los Palacios y su Ayuntamiento se volcó con él.
La solidaridad, en esta ocasión, superó también los límites.