" Y yo me imagino este diálogo entre el padre y el hijo, entre el capataz experto y el mozo discípulo:
Para ser buen capataz,
padre, el mejor consejo...
-Hijo, serás más capaz
cuanto tengas más amor
Ojos de águila en la cara,
sentido de proporción,
la voz como el agua clara
y los nervios en razón.
Pero todo no bastara,
hijo, sin el corazón.
Si llevas al Gran Poder,
amor, hijo, y paso a paso...
No hagas al Señor correr,
llevándolo aprisa, acaso
la Cruz le fuerce a caer.
Si llevas a Dios clavado
del madero
hazlo con mimo y cuidado
de enfermero,
dale un paso acompasado
y hazle de pluma el sendero.
Si va vivo, que el dolor
no le dé, andando, la muerte.
Si va muerto, por temor,
hijo, de que se despierte...
Pero en todo caso advierte
que lo trates con amor.
Y si es la Virgen María
con su palio, hermosa toda,
considera que ese día
Sevilla te la confía,
y es Niña que va de boda.
Niña Virgen, sin mancilla,
ni la brisa osa tocarla;
mira que habrás de entregarla
como te la da Sevilla.
Sin que se caiga un clavel,
sin que se te tuerza un cirio,
sin que el sol mustie la piel
de sus ojeras de lirio...
Llévala -yo así lo hiciera-
como a tu novia, con celo
de que ni el polvo del suelo
le roce su pie siquiera.
Llévala como a una flor,
como un cristal...No, mejor,
llévala -¡Virgen María!-
como a tu madre y la mía,
hijo, con inmenso amor...
Este es ,hijo, mi consejo
para ser buen capataz.
Tú empiezas y yo me alejo.
Amor para ser capaz.
Mucho amor, como este viejo,
y serás buen capataz..."
Ramón Cué Romano
(El Padre Cué)
(1914-2001)
De su libro "Como llora Sevilla"