Considero de vital importancia para todos los aficionados de este mundo seguir la escuela y artes diferentes de los llamados capataces fundamentales de la escuela costalera, hombres de una escuela dura, la del paso por las trabajaderas en algunos casos como es el de Salvador Dorado y muchos mas que expondremos poco a poco o los que no tocaron palo nunca por venir de una saga "apellido" incrustado en la mas puras lineas de las dinastías de Capataces.
Salvador Dorado Vazquez, provenía de una familia pobre, con la edad de 10 años empieza a trabajar en los tejares de Triana y cuando se considero que ya era un hombre al poco tiempo claro esta, dejo de fabricar ladrillos para irse al puerto a trabajar como cargador en el muelle, se hizo costalero por necesidad, trabajo con los Ariza unos de los grandes de la época debutando en la cofradia de la Cena a la edad de 15 años siendo el capataz de la misma Manolo Rabasa, siguiendo posteriormente en el Baratillo con la familia Ariza con la cual sacaba siete cofradias en la semana siempre sin faltar a su trabajo en el muelle pues no se podía dejar de trabajar aun siendo costalero.
El Viernes Santo de 1943 termino su etapa de costalero asalariado con la familia Ariza al pertenecer a la cuadrilla del paso de palio de la O, todos hemos escuchado alguna vez el fatídico accidente que causo un tranvía al fallarle los frenos y embestir el paso de palio de María Santísima de la O, Salvador que resulto herido leve intento y pudo durante un tiempo aguantar el paso para que sus compañeros heridos fueran saliendo de debajo de aquel dantesco panorama lastimandose en el sobre esfuerzo la zona que el determinaba y conocían los costaleros como dañarse los riñones.
Posteriormente fue contraguia con Rafael Ariza "El Viejo" hasta que fundo su propia cuadrilla de costaleros llamemosle mejor "Antiguos" que no profesional que considero que es una palabra que no gustaba en su ambiente mas intimo.
En el año de 1972 comienza el germen de los hermanos costaleros con los primeros ensayos de la cuadrilla que portaría al año siguiente 1973 el paso de Cristo de la Buena Muerte "Estudiantes", para poder saber lo que era este y todos los capataces para sus cuadrillas solo ahí que ver que aun sacando la cuadrilla con costaleros hermanos su cuadrilla ese año cobro la cofradia sin sacarla, era fundamental para poder seguir siendo su capataz y guardar la disciplina dentro de sus costaleros.
Ese mismo año le impuso la Hermandad Estudiante la insignia del llamador de oro de la Hermandad y en 1975 la distinción por el Ayuntamiento de Costalero de Sevilla.
Llego a sacar once Cofradias en la Semana Santa siendo el Cristo de la Sed cuando lo hacia en Viernes de Dolores, El Amor, San Gonzalo, La Bofeta, San Bernardo, Los Negritos, El Silencio, La Carretería y el Santo Entierro de Dos Hermanas.
Entre toda una legión de llamemosle educandos el que mas y mejor trayectoria alcanzo y fue y es hoy por hoy Maestro de Maestros fue Don Manuel Santiago, siendo de los mas destacados entre un elenco de capataces que fueron aproximandose en su vida a su escuela entre los que cabe destacar Salvador Perales, Jesús Basterra, El Quiqui, Pepe Luque, Juan José Gomez y un largo etc de contraguias, listeros y segundos unos con mas fama que otros.
Os dejo con unas pinceladas de la entrevista que le hizo Alfredo Valenzuela para el País el 28 de marzo de 1986.
En una confitería llena de maquetas de pasos y nazarenos a escala tallados en caramelo de fresa, tras sortear el pegajoso río de cera derramado por los penitentes a su paso por la calle de las Sierpes, una breve plática con Salvador le revela como quintaesencia de la filosofía de Jorge Manrique: la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor es constante en sus gestos y en sus palabras. Antes, dice, la Semana Santa “era otra cosa de lo que es ahora”. Bajo el paso había que tener más poderío y echar, al menos, el doble de coraje. “Ahora los pasos están aligerados y el peso no es el mismo. Además, antes las calles estaban en otro estado, el firme era muy malo y uno no se podía descuidar ni un momento. Y el tendido eléctrico: con los crucificados había que echarse a tierra con tal de esquivarlo. Antes se exigía más que ahora”.Salvador, parco en palabras -”no me gustan las entrevistas porque no quiero hablar ni recordar tanto”-, se encoge de hombros cuando se le habla de que en Córdoba una cuadrilla de mujeres ha sacado este año un paso en procesión. Si se le insiste en el tema, responde: “A mí no me gusta”, y ya se le nota más descansado, como si se acabara de desahogar. Pero lo que realmente sorprende a Salvador es que las mujeres formen parte de la junta de gobierno de la cofradía en cuestión “y tengan derecho a voto como un hombre”.
Sin duda, las cosas no son como antes. Salvador no conoció a su padre -”por eso somos una familia de trabajadores”-, y con diez años comenzó a trabajar en los tejares de Triana. Cuando se consideró que el niño ya era un hombre, dejó de fabricar ladrillos y comenzó a trabajar como cargador en el muelle. Antes de cumplir los 16 años salió de costalero por primera vez. “Entonces sacaba siete pasos en la semana, sin dejar de ir al muelle, porque al trabajo no se podía faltar”. El Viernes Santo de 1943, a un tranvía le fallaron los frenos y fue a dar contra el paso de la Virgen de la O. Salvador iba bajo el paso y, para dejar salir a sus compañeros heridos, intentó aguantarlo hasta que se le fastidiaron los riñones.
Costalero profesional
En 1972, cuando todos los pasos eran llevados por cuadrillas de profesionales, Salvador dirigió los de la cofradía de los Estudiantes, los primeros que llegaban a la carrera oficial sobre hombros de hermanos cofrades. Durante esta Semana Santa Salvador se ha hecho cargo de los pasos de las hermandades de Las Siete Palabras y El Silencio, en Sevilla, y El Santo Entierro, en la localidad sevillana de Des Hermanas. Según dice, será su última salida como capataz profesional. Si sale el año que viene, será por un compromiso que tiene con los hermanos costaleros del Silencio, “pero lo que es de mi cuadrilla me despido este año, que ya está bien”.
Quizá a pertenecer a una familia de trabajadores deba Salvador sus nudosas manos, su espalda cuadrada, lo arqueado de sus piernas y lo rígido de sus movimientos. Él no cree que la fe sea imprescindible para dedicar 60 años de una vida a cargar y dirigir pasos de Semana Santa:
“Eso lo hace el que le gusta”.