Llegó el día, llegó ese DOMINGO DE RAMOS tan esperado por mí. Todo transcurría con normalidad, pero dentro de mí algo era especial, distintos a otros años; sentía que cada vez estaba más cerca el momento y los nervios de mí se iban apoderando.
Llegando de vuelta a tu barrio se acercaban a mí y me decían: “Encarni suelta el bastón, quítate el capirote y vamos, que ella te está esperando”. Sin creérmelo todavía, hacia Tí me fui acercando. Sin decir ni media palabra, bajo tus pies me planté. Un extraño escalofrío recorrió todo mi cuerpo. La carne, de gallina, el corazón cada vez más fuerte me latía, no sabía si llorar de emoción o reír de alegría y de momento se escuchó una voz q decía: “aquí las tenemos, han venido ¿que vamos a hacer con ellas?”, así que esta va por “quién la sigue la consigue” y tras tres golpes de martillo y un “y siguen sonando”, tus ángeles costaleros te llevaron a las mismas puertas del cielo.
A partir de ese momento empecé a caminar a tu vera, bajo tus pies. Me acordé de personas muy queridas y cercanas a mí, pasaron por mi cabeza miles de recuerdos vividos junto a ti, miles de confidencias que solo tú y yo sabemos…
Puedo recordar cómo sólo escuchaba el mecer de tus bambalinas, el crujir de tu parihuela, el rachear de las zapatillas, la voz del capataz: “izquierda alante, derecha atrás” y esas voces llenas de emoción que de ahí abajo salían, de 30 corazones unidos todos con un mismo fin.
Parecía que seguía en un sueño; sueño con el que tantas y tantas noches al acostarme rondaba por mi cabeza, sueño inquieto, sueño a veces para mí, inalcanzable pero que gracias a Ti, logré alcanzarlo.
No quería perderme ni un detalle, quería aprovechar cada segundo junto a Ti y sin querer que aquello acabara veía cómo poco a poco el final se acercaba.
Siguiendo caminando a tu vera y ya muy cerquita de tu casa, pude sentir cómo una gran petalada caía sobre mí, al igual que sobre Ti. Fue un momento precioso.
Una vez frente a tu capilla nos pusimos cara a cara y mirándote a los ojos y dándote gracias por dejarme esa noche soñar despierta, me fui despidiendo de Ti.
¡¡Fueron momentos inolvidables para mí!!
No sé si el próximo año volveré a estar ahí, pero vaya donde vaya, seguiré acompañándote cada Domingo de Ramos, hasta que quieras tenerme a tu lado.
Para terminar, quisiera aprovechar estas líneas para dar las gracias a mis padres, porque gracias a ellos pude conocer y llegar a formar parte de esta Hermandad, a aquellas personas que me dieron la oportunidad para que yo ese día estuviera ahí; quienes me conocen saben quién son; al capataz, por las palabras tan bonitas que nos dedicó, a los costaleros, por la fuerte levantá que hicieron por nosotras al cielo y, cómo no, a Ti, ÁNGELES, POR HACER REALIDAD MI SUEÑO…
Encarni Bernal Parejo(articulo extraidio del Boletin Domingo de Ramos 2012)
27 Abril 2012