Costalero, tres prendas tienes para hacer tu trabajo, tres prendas para pasear a Cristo y a su Madre, en los días señalados, pero recuerda costalero, que nunca debes de olvidar de ponerte ni las zapatillas de esparto, ni la faja, ni el costal en cada día de tu vida, no lo olvides, costalero de ser lo que eres todos los días de tu vida. Cálzate las zapatillas, para poder andar cada día, que sean de esparto, para que la sencillez de sus hilos se vayan yendo con los años, señal de que has trabajado bien, de que ha sido firme tu paso, reposada la zanca, arrastrando tu zapatilla para que tu humildad esté siempre visible, para que cuando te pidan, des, para que cuando te manden obedezcas, para que el esparto sea la señal de tu amor al prójimo y límpiala cada mañana, para renovar tu día, para que el paso incluso en las calles de bache, albero y solas sea firme, pausado, largo, que no eches de menos las calles enceradas, las calles de olor a jazmín, bulliciosas, que en tu recorrido son contadas, dulces , pero engañosas, pues se ve a al costalero y al esparto del bueno en las calles angostas, donde sufriendo y apretando el corazón, las zapatillas pierden más esparto, no te olvides, costalero, de tus zapatillas, que sean de esparto.
Apriétate la faja, costalero, con la ayuda de tu hermano, pídele al que no te habla que te estire la faja, que te apriete los machos, y veras, costalero como ese presión en tu cuerpo se vuelve alivio, y mantendrá erguida tu espalda, para llevar el peso, que cada día, que no se te olvide, costalero, has de renovar y cargar cada mañana. La faja que se te vea, costalero, como lema por bandera, mi faja, mi Fe renovada y cada vez que afloje la tirantez, acude a tu hermano costalero, el que te apretó la faja, que te ayude de nuevo, que la encinte en tu cuerpo, que tu carne, de su tela, de la mejor calidad en tu cuerpo quede impregnada. Que cuando metas riñones, para el esfuerzo, no te olvides de ella, que para eso está, para aguantar las levanta que has de hacer cada mañana, que al volver del cielo al suelo, esa faja no se deshaga.
Y aprende costalero, a hacerte un costal, blanco de pureza, con sus pliegues sin arrugas, sin roturas ni manchas. No te olvides, costalero, que sobre él la Cruz llevas cargada, que a hombros la llevó Jesús y su Madre en sus Lágrimas, eterna pena que cae, sobre tu costal cada chicota. Fíjate bien a tu columna la morcilla del costal, que el peso de los kilos la amolde cada día y no te quites costalero la ropa cuando el peso ya no soportes, que alivio encontraras en otra chicota de esperanza. Confía en tu costal, costalero, que te ayudara en la carga, y embriaga costalero, a tu costal cada día, con el sudor de la marcha, que cuando llegues a tu capilla se abrirán solas sus puertas, esperando que entres, costalero, para que la eternidad no recuerde tu nombre, costalero, recuerde tu trabajo, tu costal, tu esparto y tu faja.
Acuérdate costalero, de quien te ayudo a vestirte una mañana, de quien calzo tus zapatillas, quien te enseño a hacerte el costal y quien apretó tu faja. Se costalero año entero y vístete cada mañana, que Cristo sale todos los días, que María contigo seca sus lagrimas y aunque el peso en la viga te haga desfallecer, sigue costalero, vístete cada mañana, que la Cruz que lleva Cristo, no pesa, pues es Cruz de Amor y Esperanza.
Autor: Diego Galán