"Ayudando también ayudamos a nuestra hermandad"
Aun a sabiendas de caer en el típico tópico caritativo de estas fechas, me aventurare a dejaros mi impresión, equivocada o no sobre el papel de una Hermandad para con sus hermanos y vecinos en estas fechas y principalmente en este año de 2010 que se nos va, pues ha sido año duro para muchas familias, que han visto como sus vidas cambiaban como de la noche a la mañana por un simple papel con unas cifras grabadas.
Empezare por una vivencia personal, junto con un grupo de personas, las cuales con ilusión nos disponíamos a hacer de las Navidades, época triste para mí, un poquito más llevaderas a familias necesitadas de nuestro pueblo, pues recogíamos alimentos para luego llevárselos y que al menos tuvieran algo con que festejar la Buena Nueva y que no supusiera un obstáculo tomar los productos típicos de la época.
Pero no fue esto lo que más me hizo sentir realizado, porque al fin y al cabo, que son unos cuantos kilos de arroz, unas cajas de mantecados, unos turrones,…… dinero, al fin y al cabo.
Fue una tarde de diciembre de hace unos 7 años, cuando un grupo de cofrades cogimos nuestros coches y nos fuimos a visitar una residencia para enfermos mentales, llámese Alzheimer, esquizofrenia,… además de convivir con demás enfermos en fase terminal, o que sus vidas se iban apagando segundo a segundo. Llevábamos cajas llenas de comida y de productos para la vida diaria en una residencia de esas características; todo lo que llevábamos, aun hoy me sigue pareciendo poco. No fue esa ayuda material que le dimos la que me hizo sentirme bien; si no ese rato, esa tarde que pasamos con enfermos que no entendíamos cuando hablaban, cuando gesticulaban, cuando lloraban,…..en cambio ellos, si que entendían lo que hacíamos. No fueron esas cajas de mantecados lo que los hizo felices, ni el arroz, ni el chocolate,…… no fue nada de eso. En sus caras se veía esa alegría cuando llegamos allí, nos sentamos junto a ellos, les escuchamos, le hablamos, los tocamos,… como hacían aquellas monjitas que nunca se separaban de ellos cada día.
Me acordare siempre, de aquella chica, no más de 23 años tendría, amante de la lectura, casi abandonada por su familia, porque tenía una enfermedad grave, que tenía un sueño en la vida, escribir y publicar un libro,……quien pudiera, ser tan libre para tener ese sueño………
No es esto lo que os he contado un arrebato de sentimentalismo, no es una lagrima caída por ellos,…… es lo que las hermandades, nosotros, los que la integramos deberíamos hacer, dar, dar y dar pues somos privilegiados de poder pagar una cuota anual a una hermandad, en la que para muchos y yo me incluyo, el estar en ellas se reduce a salir un día con un cirio, una cruz, un costal, una vara dorada.
De qué nos sirven bordados, insignias, altares, parihuelas, si no estamos con los elegidos por el Señor para estar a Su lado en el Reino de los Cielo. No todo con el dinero se hace, no todo nace y muere en un Domingo de Ramos, un Jueves Santo, una Madruga,…, pues no es sino nuestro deber como personas que amamos a Cristo el dar Amor a Cristo y no se transforma este Amor en andares, escudos ni palios, si no en ayudar a nuestro hermano, al que pasa necesidad, al que está en paro, al enfermo, al desdichado.
Y como yo, que no soy ni mejor ni peor que nadie, pues mi culpa tengo, y la llevare conmigo a título personal a parte de muchas otras, aquella culpa, de no ayudar, a que aquel libro pudiese publicarse,….
Autor: Diego Galán Martín.
3 Diciembre 2010