Antonio Santiago habla de costaleros y capataces con avales difíciles de igualar. Cuenta con las enseñanzas de su padre y de Salvador Dorado y esta Semana Santa tendrá a su cargo a más de 1.250 costaleros en Semana Santa. Sabe de lo que habla y es consciente de su responsabilidad. Por ello afirma con rotundidad y con un punto de preocupación que «hay muchos costaleros que se creen protagonistas y esto no es un deporte sacro; es pasear a Dios y a su Madre por las calles, es algo anónimo y colectivo».
El capataz disertó en la iglesia de San Sebastián de Alcalá de Guadaíra sobre costaleros, capataces y cofradías en un acto organizado por la parroquia y las hermandades que radican en ella. Tuvo palabras para casi todos en este mundillo. A los costaleros les habló con claridad: «el que no tenga claro que aquí los únicos protagonistas son el Señor y la Virgen sobra en esto». A los capataces les dio su particular receta frente a costaleros díscolos. «En un ensayo los saco del paso para hablar y como quien no quiere la cosa mando a Ernesto que levante el paso, cuando va andando le digo: ni tú vas debajo, ni yo voy delante, y eso va andando, así que nadie es imprescindible». A las hermandades les pidió que cuidaran a los costaleros sin dejar que la estética se imponga sobre la lógica. «Llevar alpargatas cuando existen zapatos con cámara de aire diseñados para hacer deporte no
tiene sentido», afirma.
La séptima vértebra
Y para todos, una petición de responsabilidad, «porque hay mucha gente a la que no les gusta esto y no debemos darles carnaza para que nos critiquen». Y puso fotos que desde luego dan argumentos para la crítica: costales estampados a lunares, otros con personajes de Barrio Sésamo o con la cara de un futbolista tristemente fallecido.
Su conocimiento parte de la experiencia vivida con su padre frente a los llamadores de los profesionales. Se curtió al mando de hombres que cobraban 7.749 pesetas en 1972 por sacar siete cofradías. Pero su formación como médico le ha llevado a sumar la ciencia a la experiencia para parir una completa lección de cómo llevar los pasos. Explica que los pasos hay que cargarlos sobre la séptima vértebra de la columna, la que posee una protuberancia ósea, «que Dios creó para sacar pasos, porque no sirve para otra cosa». Cargando en ese punto se hace posible que la espalda mantenga su curvatura normal durante el esfuerzo. Eso evita lesiones y hace que se cargue mejor el paso; «y la función del capataz es distribuir el peso del paso lo mejor posible». Antonio Santiago sigue explicando su teoría. Para que el peso se pueda llevar bien, es necesario en primer lugar que el costalero mire siempre al frente, nunca al suelo. Es por tanto una aberración, esos costales que tapan los ojos. Pero es necesario también que la ropa esté bien hecha, de forma que el peso caiga en su sitio y la trabajadera se encaje en el costal. Si no es así la trabajadera se resbala, el costalero se mueve y se «mata el cuello», «y eso es síntoma de mal costalero».
Alimentación
Hay también mucha ciencia costalera en la alimentación. Antonio Santiago explica que es necesario prepararse para el esfuerzo físico que se va a hacer, «porque hay mucha gente que se sale, se toma dos cervezas y no come y al rato no vale para nada». Por ello, él se encarga de que las hermandades más largas proporcionen bocadillos en el recorrido e incluso en alguna dispone grandes cantidades de plátanos por su capacidad para aportar los nutrientes necesarios para el esfuerzo. Este año tiene previsto que un nutricionista dé una charla a sus costaleros sobre cómo alimentarse antes de sacar un paso.
Con todo ello, Santiago quiere que el costalero disfrute, porque va en el sitio más bonito de la cofradía. «Debajo de un paso hay que hacer un esfuerzo, pero no hay que morirse, y si hay que morirse tiene que ser poco a poco y como yo diga», afirma.
Sus conocimientos costaleros abarcan también la historia de las trabajaderas a lo largo de buena parte del siglo pasado. Conoció los profesionales que durante muchos años fueron para las hermandades puramente fuerza de carga. Alguna había que ponían a una persona para que echara colonia alrededor de ellos.
Mandó a aquellos hombres acostumbrados a hacer trabajos físicos muy duros y que iban andando de su casa en las afueras de Sevilla a la iglesia en el centro para sacar los pasos; o en bicicleta a Mairena del Aljarafe. Desde luego no necesitaban hacer estiramientos antes de meterse en el paso.
Y ahora ve costaleros que llegan en taxi a la puerta de la iglesia «o llevan camiseta de tirantes para demostrar que están muy fuertes». Se encargó muchas veces de que tuviera batería la luz que se encendía dentro del paso para que nadie aprovechara la oscuridad para agacharse y coger menos kilos.
Y tiene claro que toda esta historia tiene un punto clave: la primera cuadrilla de hermanos costaleros en Los Estudiantes en 1973, «una verdadera revolución que muchos no creían posible».
ABC Sevilla28 Septiembre 2009