Para un costalero, la Semana Santa empieza cuando su hermandad acaba su estación de penitencia, o cuando el último paso que "saca" pasa el dintel del templo, para hacer la última chicotá.
A partir de ese momento comienzan: las tertulias balance, la recolecta de vídeos para ver cómo se ha andado ese año, y se empieza a pensar, si cambiar el costal o llevar el de siempre.
Cuando se acercan las fechas de ensayos, parece como si al costalero le dieran vida, ya que todo lo que ha visto en vídeos, y escuchando en tertulias, lo pondrá en práctica.Es en estos 5 o 6 días donde el costalero se llena de vivencias con su cuadrilla, donde se hará largas chicotás entre curiosos y costaleros de otras hermandades y donde al final de cada ensayo se reunirán para tomar la última cervecita en su "cuartel general".
Ya en plena Semana Santa, es fácil reconocer al hombre de trabajadera, al igual que aun vestidor o músico. El vestidor mira hacia arriba para ver la vestimenta de este año, el músico mira hacia atrás para ver quien realiza el solo de la marcha interpretada, y y sin olvidarse de Jesús y María el costalero mira a los de "abajo", a sus compañeros, aunque no conozca a nadie, se pegará al costero para escuchar, mirará por los respiraderos y sentirá las chicotá como si estuviera debajo.
Pero sin duda el día más grande para él, es cuando su hermandad sale a la calle. Ese día suele despertarse temprano, aunque tenga ya su ropa bien planchada, lo primero que hace es asomarse a la ventana a ver el tiempo que hace, al igual que hace todo cofrade en el día de su salida procesional. Las horas pasan deprisa y sin darse cuenta va camino de su hermandad con la medalla colgada y el costal bajo brazo.
En esa tarde se sentirá un héroe anónimo, donde no rezará ya que lo hará durante todo el año, y hoy es cuando se trabaja para que todo salga bien, como siempre ha pensado, donde el caminar será fijado, donde la fe se convierte en arte costalero, donde en algunos momentos rozará el cielo, donde comenzará de nuevo otra Semana Santa.