Para la Iglesia, la fiesta de Pentecostés es comparable en importancia a la de la propia Resurrección, pues por esa comienza a tener sentido nuestra fe y por aquélla lo tiene ya para siempre.Si Cristo no hubiera resucitado, nuestra fe no hubiera tenido ningún sentido, llega a decir San Pablo. Y si el espíritu Santo no hubiera bajado sobre nosotros para acompañarnos hasta el fin del mundo,tampoco, pues Cristo resucita, habita unos días entre los hombres y luego asciende a los cielos. A quien envía para estar con nosotros es a su propio Espíruto de Dios es el que impulsa nuestro amor, nuestro valor, nuestro coraje como cristiano en el mundo como sal de la tierra.Así consiguió con los primeros cristianos,los apóstoles y algunos más, que andaban escondidos por miedo a que los judíos los persiguiesen o denunciasen. A los cincuenta días de la Resurrección - eso es lo que significa Pentecostés-, unas llamaradas de fuegos se posan sobre las cabezas de los discípulos y estos cobran el vigor suficiente para abrir las puertas y salir sin tapujos a predicar la palabra de Jesús, su mensaje de amor y salvación. Aquellas lenguas de fuego eran, en rigor, el Espíritu Santo, que luego se ha representado como el Rocío de la mañana o con una Paloma Blanca(blanca paloma).El pueblo andaluz ha sabido convertir la esencia alegre de esta fiesta en festejo esencial de peregrinación asta esa Blanca Paloma que en nuestra sensibilidad comprendemos mejor como advocación de María, henchida también ella-la primera- del Espíritu Santo que la preña precisamente para que conciba en su vientre al Hijo de Dios, al Niño que desde su Concepción alberga al Espíritu Santo. Nuestra Iglesia, por cierto, celebra también cada 31 de Mayo la fiesta de la Visitación de la Virgen María a su prima Isabel.
En esta visitación iba también el Espíritu Santo, dentro de María, que va a ayudar a su prima, que a la vejez va a dar a luz a Juan el Bautista, el que vendrá a allanar el sendero a Jesús. La inmensidad de Pentecostés se calibra al pensar que el Espíritu Santo, desde entonces no viaja sólo a través de los elegidos, como en esa Visitación de Maria, sino que permanece en el corazón de cada ser humano que lo requiere.
FUENTES:BOLETÍN SEMANAL ESPADAÑA